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Historias: La extinción de los lobos japoneses

La extinción de los lobos japoneses
Hasta su extinción a principios del siglo XX, podían encontrarse en Japón dos subespecies endémicas de lobo de aspecto bastante diferente entre sí: el lobo de Honshu o lobo japonés (Canis lupus hodophilax) y el lobo de Ezo o lobo de Hokkaido (Canis lupus hattai). Mientras el lobo de Honshu habitaba la isla homónima además de las islas de Shikoku y Kyushu, el lobo de Ezo podía encontrarse en la isla de Hokkaido (la más al norte del archipiélago japonés) y en la vecina isla de Sajalin (administrativamente dependiente de Rusia). 






El lobo de Honshu o lobo japonés (shamanu), poseía un denso pelaje grisáceo, liso y corto. Una de las características que más llama la atención es su pequeño tamaño en comparación con el del lobo de Hokkaido y otras subespecies de lobo asiáticas y americanas. 
Alcanzaba a lo sumo 112 cm de longitud desde la punta del hocico al extremo de la cola. Sus patas eran tan cortas que le daban un aspecto muy característico y hacían que no superase los 58 cm de altura en la cruz. 
A pesar de su clasificación en 1839 como una subespecie de lobo gris por el prestigioso naturalista Coenraad Temminck, algunos zoólogos de la época pusieron en cuestión su estatus como verdadero lobo, creyendo más bien que se trataba de una especie de "perro de las montañas". 
Otros, como el zoólogo japonés Imaizumi Yoshinori opinaban que se trataba realmente de un lobo, pero no una subespecie de lobo gris, sino una especie distinta. La mayoría de especialistas a día de hoy consideran al lobo de Honshu una subespecie en miniatura del lobo gris (se le ha llegado a bautizar incluso como lobo enano japonés).


Las fuentes oficiales señalan que la subespecie de Honshu se extinguió durante 1905 y atribuyen su desaparición a los efectos devastadores de diversas epidemias sobre los animales, como por ejemplo la rabia. 
El último ejemplar del que se tiene constancia fue abatido en la península de Kii, en la zona centro-sur de la isla de Honshu y su cadáver fue vendido por los cazadores locales al zoólogo de la Universidad de Stanford Malcolm Anderson, que formaba parte de una expedición financiada por el Duque de Bedford para recolectar pequeños mamíferos. La piel de dicho ejemplar fue enviada al Museo de Historia Natural de Londres, donde aún permanece.
Tradicionalmente, los lobos eran vistos con buenos ojos por los habitantes de las montañas de Japón. Una de las principales razones era la percepción que se tenía del lobo como protector de los cultivos, ya que ayudaba a mantener alejados a animales que se alimentaban de los mismos, causando una gran devastación y malestar entre los granjeros. 
Las tierras altas de la península de Kii eran uno de los lugares del archipiélago japonés más afectado por las incursiones en las granjas de jabalíes, ciervos, liebres. El lobo actuaba como regulador de las poblaciones de estos herbívoros, manteniendo así una especie de relación simbiótica con los aldeanos de las montañas. 
Sin embargo, esa relación positiva entre humanos y lobos en las islas empezó a cambiar a partir del siglo XVII como consecuencia de varios factores. 
  • En primer lugar, el desarrollo urbano que tuvo lugar desde finales del siglo XVI con la construcción de castillos, templos, mansiones, puentes, carreteras, etc. Supuso un rápido crecimiento de las poblaciones humanas en el entorno y consumió enormes cantidades de madera, convirtiendo los bosques en tierras de labranza. Esto hizo disminuir las poblaciones de las habituales presas de los lobos, obligando a estos últimos a depredar sobre el ganado doméstico. 
  • Otro factor determinante para el cambio en las relaciones fue la entrada del virus de la rabia en Japón a finales del siglo XVII. Los primeros casos de lobos con rabia reportados oficialmente en el país datan de 1732 en las islas de Kyushu y Shikoku, para ir extendiéndose posteriormente hacia el este. Esta epidemia, además de diezmar las poblaciones del animal, contribuyó a un cambio de percepción, ya que empezaron a darse ataques de lobos rabiosos a humanos. 
  • A pesar de que la "versión oficial" señala como culpable de la desaparición del lobo japonés a diversas epidemias, la realidad es que el cambio en las relaciones y en la percepción que los humanos tenían del animal fue el detonante del declive de estos cánidos en el archipiélago, dando paso a una caza indiscriminada que tuvo un gran peso en su extinción.
El profundo estrecho de Tsugaru que separa Honshu y Hokkaido constituye una gran barrera zoogeográfica entre ambas islas. Como resultado, la fauna de Honshu tiene similaridades con la del sureste asiático, mientras que la fauna de Hokkaido es más parecida a la del noreste del continente. Como consecuencia de esta barrera, no hay evidencias de una superposición entre los hábitats del lobo de Honshu y el lobo de Hokkaido, que se piensa habrían colonizado Japón procedentes de la península de Corea y de Siberia respectivamente. 
La posición filogenética exacta de ambas subespecies no se conoce en detalle y se requieren nuevos estudios al respecto. Las diferencias en morfología derivadas de comparaciones osteológicas entre ambas, además de con las subespecies vivientes de lobo gris, son importantes. A parte de esto, los análisis de ADN mitocondrial muestran que los dos lobos japoneses pertenecen a distinto haplogrupo, es decir, están próximos genéticamente a distintos grupos de lobos. 
Mientras la subespecie de Honshu está emparentada con el lobo itálico (Canis lupus italicus) y otros grupos repartidos por Eurasia, la subespecie de Hokkaido se muestra más próxima al clado de los lobos norteamericanos. Dichos análisis sugieren que el primero en llegar al archipiélago japonés fue el lobo de Honshu, con el lobo de Hokkaido llegando más recientemente desde el norte. Además, se han demostrado ciertas similitudes genéticas del lobo de Honshu con razas caninas actuales como el kishu-inu japonés o el husky siberiano. 
En la actualidad se conservan ocho pieles y cinco especímenes montados para exposición, uno en los Países Bajos, otro en el Museo Británico de Londres y los tres restantes en Japón.
Por su parte, el lobo de Hokkaido o lobo de Ezo era de un tamaño sustancialmente mayor al de su congénere del sur de Japón, comparable al de muchas otras subespecies de lobo gris, alcanzando hasta 80 cm de altura en la cruz. 
Además de Hokkaido y Sajalin también habitó Iturup y Kunashir en las islas Kuriles y la península de Kamchatka. Su pelaje era de color gris en verano y se volvía más blanquecino, grueso y largo en invierno. La cabeza del animal era grande y robusta, con caninos largos y curvos como adaptación para agarrar mejor a sus presas. Sus pies eran inusualmente grandes en relación al tamaño de su cuerpo, lo cual les facilitaba recorrer grandes distancias sobre la nieve. Su constitución era musculosa. Se trataba de animales nocturnos que cazaban en grupos entre el crepúsculo y la salida del sol.
Los análisis de ADN mitocondrial mostraron una coincidencia casi exacta con lobos grises de Canadá y Alaska, lo cual indica que los ancestros del lobo de Ezo llegaron a Hokkaido y Sajalin desde Norteamérica. Aunque inicialmente se pensó que constituía una especie separada, fue clasificado como subespecie del lobo gris en 1931 por el zoólogo Kyukichi Kishida.
El lobo de Ezo se extinguió en la isla de Hokkaido en mitad del periodo de la "restauración Meiji" (1868-1912). Uno de los principales objetivos de dicho periodo era modernizar la agricultura del país, pasando de depender ampliamente del cultivo de arroz a un modelo basado en los ranchos americanos. 
El ranchero americano Edwin Dun fue contratado por la Agencia de Desarrollo de Hokkaido para hacer funciones de asesor en dicho proceso de cambio. Dun implantó granjas experimentales para llevar a cabo su trabajo e importó gran cantidad de ganado de los Estados Unidos. La predación por parte de los lobos sobre los caballos de las granjas en la isla provocó que el gobierno Meiji declarase a los primeros animales a exterminar, encargando a Dun la tarea. El americano comenzó una campaña de envenenamiento masivo usando cebos con estricnina. El uso de estos cebos se generalizó entre los granjeros con el beneplácito del gobierno, lo que habría provocado el declive del lobo.
Otra teoría sugiere que en 1878 una gran población de ciervos salvajes y otros herbívoros murieron de inanición debido a la falta de disponibilidad de vegetación natural. Este hecho provocaría a la postre la extinción de la población de lobos de la isla al no encontrar suficientes presas. Se ha establecido 1889 como la fecha oficial de la desaparición del último lobo en la isla de Hokkaido.
Como sucede en bastantes ocasiones, han sido numerosos los testimonios de avistamientos de lobos en Japón después de la fecha oficial de su extinción. 
En el caso del lobo de Honshu los testimonios son más numerosos, llegando a dedicarse libros enteros acerca del tema. Los testimonios recogen todo tipo de avistamientos: aullidos en la noche, huellas, excrementos, encuentros directos con el animal...En 1994 tuvo lugar el primer simposio sobre el lobo japonés, en el cual participaron alrededor de 80 investigadores y aficionados de todo Japón. Se dieron a conocer los testimonios de numerosos testigos que afirmaron haber tenido algún tipo de contacto con el animal después de su supuesta extinción.
A pesar de todo, no ha sido aportada hasta la fecha ninguna prueba definitiva de que el lobo de Honshu o el lobo de Hokkaido siguen existiendo en sus respectivas islas. Algunos investigadores han sugerido que muchos de los avistamientos reportados pueden tratarse de confusiones con perros salvajes.


Fuente: Absolut Viajes, En la frontera de lo desconocido y EP

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