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Después de su paso hace unos años por la Gran Manzana, y de haber estado también en Los Ángeles y San Francisco, el Museo del Helado (Museum of Ice Cream) se vuelve a instalar en Nueva York.

Ubicado en la 558 de Broadway, este lugar celebra la creatividad y la innovación. Si bien no es un museo oficial, se basa en compartir y celebrar la imaginación.

Está diseñado para que se recorra en alrededor de una hora hasta hora y media. La idea es poder reír, jugar, cantar y hasta bailar, mientras se exploran las 13 instalaciones multisensoriales. Todo en un formato pop-up.

En estos tiempos cuando la pandemia sigue latente, están tomadas todas las medidas de bioseguridad correspondientes. Mientras se disfruta de esta experiencia, los guías del museo entretienen y deleitan, incluso, ofrecen distintos dulces en el camino.

En estos espacios interactivos se encuentran salas con helado de palito o gigantes caramelos masticables. Hay un espacio con papeles en la pared con aroma a cambur (banana).

También cuenta con una gran piscina, con 100 millones de gotas de colores para sumergirse en un paraíso de caramelos. El material es biodegradable y se limpia con frecuencia con una ducha de rociado antibacteriano. Esas chispas no son comestibles.

Diversión total

El Museo del Helado ofrece, asimismo, una sección donde los visitantes pueden deslizarse por un tobogán interior de tres pisos. También pueden viajar al espacio exterior en el metro celestial, que es una reinterpretación de la experiencia del metro de Nueva York. O bailar por un túnel de arcoiris, que es un tributo a la historia del orgullo gay de la ciudad.

Existen dos experiencias a elegir, una diurna (familiar) y otra nocturna (solo a partir de 16 años). Cuenta con cafetería, una variada oferta de helados, cocteles de helados con y sin alcohol, y mucho más.

Al llegar te reciben con diversos tipos y formas de helados en espacios inspirados en la nostalgia de un Diner de los 60s y una estética impecable de colores pasteles. Hay instalaciones inspiradas en ingredientes, pastillas y magia que a todos nos encanta combinar con el helado.

Es un recorrido en el que puede descubrirse una cueva de menta y chocolate, mecerse sobre un cielo de bananas, rocola de crema de batir, un parque con gummy bears gigantes, entrar en un cielo de cerezas y subirte en unicornios dentro de un arcoíris.

Una de las atracciones emblemáticas es la histórica Sprinkle Pool: una piscina Llenas de «chispitas de colores” de las que le echan sobre los dulces o helados para decorarlos. Te sumerges dentro en una piscina con 100 millones de chispitas. Lastimosamente no son comestibles, pero es una experiencia brutal.

La cuenta oficial del Museum of Ice Cream en Instagram muestra algunos de los momentos del museo 
https://www.instagram.com/museumoficecream/?utm_source=ig_embed&ig_rid=36195a6c-3bcf-48eb-a4e9-fb952112b7d6

 

Otra versión de este Museo del Helado se encuentran en Austin, Singapur y Chicago.


Fuente: cocinayvino y dogmagestion





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